Las escuelas chilenas, independientemente de su tamaño o ubicación, comparten una cosa en común: enfrentan obstáculos que van más allá de lo pedagógico. Problemas como la baja asistencia, la convivencia difícil o la infraestructura poco motivadora impactan el día a día. Aunque pueden parecer cuestiones logísticas o puramente pedagógicas, muchas veces la raíz está en cómo se comunican los propósitos, expectativas y vínculos de la comunidad escolar.
Aquí vemos cómo la comunicación se convierte en una herramienta clave, no solo para informar, sino para generar sentido, participación y pertenencia.
Revinculación y convivencia: un llamado a volver a conectar
La “revinculación” —es decir, volver a conectar emocional, social y funcionalmente a estudiantes, familias y equipos educativos— es un tema clave.
En Chile, las denuncias por convivencia escolar han alcanzado cifras históricas: hasta septiembre de 2024 se reportaron 8.864 casos ante la Superintendencia de Educación. En el primer trimestre de 2025, las denuncias aumentaron un 14,2 % respecto al mismo periodo del año anterior.
Estos datos muestran que no basta con volver a abrir las puertas: los colegios necesitan crear espacios de confianza, normas compartidas y canales de comunicación que integren a todos.
Cuando la comunidad siente que “esto es parte de lo mío”, cuando entiende el relato de la escuela, cuando sabe que tiene voz, mejora la convivencia y se reducen los vacíos de motivación.
Asistencia: más que número, indicador de vinculación
La asistencia escolar ha sido uno de los focos de recuperación tras la suspensión de clases presenciales. En marzo-abril de 2025, la tasa alcanzó 89,9 % a nivel nacional, la más alta desde el retorno a clases presenciales.
Pero la asistencia es algo más que llegar al aula. Es sentirse convocado, implicado y partícipe del entorno educativo. Cuando las familias y los estudiantes comprenden por qué el colegio importa, por qué su presencia marca la diferencia, la asistencia se convierte en una colaboración, no un trámite.
La comunicación aquí debe ser bidireccional: mensajes que lleguen, sí; pero también espacios que escuchen, que inviten y que hagan visibles los logros y desafíos de todos.
En conclusión
Los desafíos de asistencia, convivencia, infraestructura o aprendizaje tienen una dimensión humana y comunicacional que no conviene ignorar. Al poner atención a cómo se conecta la comunidad escolar —y no solo qué se comunica— es posible avanzar hacia ambientes más seguros, motivadores y funcionales.
Y en ese proceso, cada mensaje, cada encuentro, cada espacio renovado pueden trabajar en conjunto para que la escuela sea un lugar del cual todos, estudiantes, familias y docentes, se sientan parte.



